¿Qué es la salud mental y cómo alcanzarla?
Si los individuos asumen de manera explícita o implícita sus roles y condiciones dentro de ese grupo social, entonces, deberían poder alcanzar un estado de bienestar mental.
Hice una encuesta sobre cuáles deberían ser los temas que toquemos en el contenido que viene y las respuestas me muestran que debemos conversar sobre: 1. Salud Mental y Hábitos Saludables, 2. Ansiedad y Depresión, 3. Cómo identificar nuestras emociones, y, finalmente, podríamos 4. explorar otros trastornos de la personalidad, aunque no fue un tema muy popular.
Con esto en mente, empecé por indagar sobre el tema de la Salud Mental, partiendo de una definición que nos pudiera ayudar a entender ¿qué es eso que queremos alcanzar?, es decir, ¿qué es la salud mental?. Porque, de alguna manera, pareciera que la salud mental es algo que “debemos alcanzar”, pero que no necesariamente entendemos a profundidad.
Al final del día, si no entendemos nuestro objetivo, ¿cómo vamos a llegar a él?
Entonces, emprendí una búsqueda sobre la definición de la Salud Mental y me encontré con lo siguiente:
El primer resultado que obtuve de mi búsqueda fue la definición que propone la OMS (Organización Mundial de la Salud), en la que se entiende la Salud Mental como “un estado de bienestar mental que le permite a las personas enfrentar el estrés de la vida, desarrollar sus habilidades, aprender y trabajar bien, y contribuir a su comunidad. Es un componente integral de la salud y el bienestar que subyace nuestras habilidades individuales y colectivas para tomar decisiones, construir relaciones y darle forma al mundo en el que vivimos. La salud mental es un derecho básico. Y es crucial para el desarrollo personal, comunitario y socio-económico.”
En un análisis superficial de la definición podemos observar cómo este “estado de bienestar mental” está orientado a que los individuos cumplan su papel dentro de la sociedad a la que pertenecen. Entonces, si partimos de esa realidad como la base mínima de nuestro entendimiento del concepto, podemos decir que si los individuos asumen de manera explícita o implícita sus roles y condiciones dentro de ese grupo social, entonces, deberían poder alcanzar un estado de bienestar mental que les permita tomar decisiones, construir relaciones y contribuir al desarrollo socio-económico de sus comunidades. Es decir, lograrían ser funcionales y, sobre todo, útiles.
Sin embargo, esta expectativa de “asumir el rol que tenemos” parece un poco contradictoria con las prácticas y expectativas de nuestras sociedades actuales. Si ponemos en perspectiva que la sociedad capitalista de hoy nos impulsa hacia una ruta de consumo y de “escalada” en el muro social, entonces, podemos ver que “la aceptación de ese rol” se configura como una expectativa casi imposible de alcanzar, por lo que, lo que entendemos como “salud mental” es también una utopía del pensamiento y del desarrollo personal y social.
Ahora bien, digamos que podemos asumir esta idea de la aceptación del rol social y las condiciones culturales y económicas que nos fueron impuestas y que, partiendo de esas mismas, podemos emprender un camino hacia el desarrollo de la “salud mental”. Siempre teniendo en cuenta que nuestro objetivo es ser funcionales y útiles para la comunidad en la que habitamos.
Esto nos requiere un nivel de consciencia, en el que convivimos con las injusticias sociales y a partir de esta consciencia tomar uno de dos caminos: un camino individual en el que procuramos trabajar por nuestra estabilidad y bienestar mental reconociendo las condiciones en las que nosotros y los demás estamos situados, y nos encargamos de desarrollar las habilidades para pensar, actuar y relacionarnos de manera funcional y útil en nuestra sociedad.
O… escogemos un camino de activismo social en el que buscamos que las condiciones sociales necesarias se cumplan para todos los individuos y que eso nos ayude a crecer en sociedad para alcanzar una salud mental colectiva que proponga los mismos retos para todos.
¿Qué camino escoges?
Ambos caminos son válidos y son el resultado de decisiones personales informadas. Sin embargo, cada una plantea retos distintos en nuestra construcción de identidad y el establecimiento de los valores que van a guiar nuestras formas de actuar.
Si escogemos el segundo camino, el del activismo social, nos ponemos de frente ante múltiples cuestionamientos sobre la definición y la aproximación de las instituciones a esta.
Tendríamos que preguntarnos ¿cómo se pueden superar las injusticias sociales y las condiciones que se establecen para alcanzar una salud mental colectiva?, ¿cómo se entiende la salud mental como un derecho básico si es evidente que la construcción de ese bienestar mental depende del bienestar físico y económico de las personas?, ¿cómo los gobiernos toman esta perspectiva homogeneizadora si son conscientes de las diferencias sociales, culturales y económicas dentro de sus comunidades?.
Esos cuestionamientos deberían llevarnos a plantear iniciativas sociales y políticas que nos ayuden a alcanzar el bienestar mental colectivo. Por supuesto, asumiendo los retos que conlleva tomar esta perspectiva y los riesgos a los que nos enfrentamos. Pero, esa discusión la podemos llevar a otros espacios más pertinentes.
Si por el otro lado, decidimos tomar un camino individual hacia el desarrollo de la salud mental y que se adhiera a la definición planteada por la OMS, entonces debemos preguntarnos, ¿cómo me enfrento yo a las situaciones de estrés que se me presentan en la vida?, ¿siento que mi forma de aproximarme a esas situaciones reflejan un bienestar mental?, y si no ¿qué comportamientos podrían demostrar ese bienestar mental?, ¿cómo las decisiones que tomo me ayudan a ser funcional y útil en la sociedad y me permiten tener relaciones estables y duraderas?
En cualquiera de los dos casos, nos enfrentamos con una serie de retos que nos invitan a cuestionar nuestras vivencias personales y sociales y nos demuestran que, si nuestro interés es encontrar un bienestar mental individual, debemos comenzar por entender qué componentes existen dentro de este y cuáles son nuestras conductas ante ellos en la actualidad, de manera que con esa información, podamos tener una comprensión más amplia de los comportamientos y el impacto que tienen ellos en nuestras relaciones sociales y económicas con el grupo al que pertenecemos.